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Mi abuelo...

 Poco antes de que los domingos fueran amargos, solíamos ir a misa por la mañana, con la ropita nueva que, cada año, para el día de Todos los Santos, nos compraban.

Mi abuelo, a escondidas y muy discretamente, me daba cinco pesetas que, después, mi abuela me quitaba.

Cogía mi bicicleta y salía disparada a darme golpes por aquellas cuestas empinadas. No tenía noción alguna sobre el miedo, me dejaba caer hasta romper los frenos y, asfixiada, volvía a subir aquella cuesta endiablada.

Hasta que se durmió en su sueño eterno.

Mi mayor cómplice, mi amigo, mi abuelo...

Se apagaron los domingos por mucho tiempo.

 Aún hoy los recuerdo...

2 comentarios:

  1. hola marie corazon llego a tu blog por que os perdi la pista ya tengo un embrujo nuevo por favor ven a seguirme y ahora te comento tu entrada claro cuando somos pequeños no tenemos miedo o no vemos el riesgo y lo bueno tu abuelo que ahi estaba siempre pra ti recuerdas tu ninez que ami fue lo mas bonito de mi vida un muasckkkkkkkkk

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  2. Hay recuerdos que quedan asidos al corazon y jamás se olvidan, todos guardamos bellos momentos junto a los abuelos.


    Un cálido abrazo

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Cada palabra vuestra me ayuda a crecer y mejorar como persona.¡Gracias!